Una de las cosas que más me sorprende de Bolívia son sus mujeres. Nunca he visto una mujer más fuerte que la boliviana. Ahora me refiero exclusivamente a nivel físico. Su fuerza, su resistencia, su capacidad de trabajo, su tesón en todo lo que hace, me sugieren un terrible respeto. Me quito el sombrero ante ellas.
Las he visto cargando terribles bultos a sus espaldas, caminar descalzas por terrenos pedregosos, subir montañas con calzado de "calle", llevar a cuestas a sus guaguas, trabajar jornadas laborales eternas, aguantar las borracheras de sus maridos y algunas sus palizas y vejaciones públicas constantes.
Las he visto vender peines en una esquina, con el frío de la noche, con una única manta como aislante y llevando a cuestas el peso de la edad. He visto el dolor en su rostro y la resignación de que no hay nada más.
A todas ellas que me encuentro en el camino, en la calle, en el mercado, toda mi admiración por ser capaces de sobrevivir en un mundo hostil que no escogieron y del cual no pueden escapar porque no hay alternativa.