martes, 13 de septiembre de 2011
lunes, 12 de septiembre de 2011
La nostalgia de un tiempo que está por irse.
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Vista de la Paz con el Illimani. |
Para tí, mi querida La Paz.
A veces, la nostalgia de algo, se presenta antes de que acontezca el hecho en sí. Llevo unos días mirando el mundo con cierta melancolía, sabiendo que los paisajes, las caras y las situaciones cotidianas que este país me regala, están a punto de convertirse en postales del recuerdo. Me invade una cierta tristeza al pensar que este fragmento de vida que he tejido aquí se me escapa poco a poco. En un par de semanas cambiaré la imperfecta y hostil (para muchos) La Paz, por Barcelona, ciudad cosmopolita donde las haya.
Y hoy tengo ganas de echar la vista atrás y ver aquellas cosas que ya forman parte de mi vida y que en pocos días dejarán de estar allí, como si no lo hubieran estado nunca. Dejar de acostumbrarse a aquello que, hasta día de hoy, formaba parte de mi día a día, como algo normal, como algo cotidiano, esté último año.
Quisiera hacer un repaso de aquellas cosas que de algún modo echaré de menos después del retorno a una ciudad que llaman moderna, civilizada, de primer mundo, aséptica, individualizada, ordenada, impersonal...
Echaré de menos el bullicio loco y estresante de la Paz, en su hora punta: su caos circulatorio, el griterío, los humos de tubos de escape con decenios a sus espaldas, las gentes corriendo para poder alcanzar una mobilidad que les lleve a su casa, aunque sea "paradito".
Echaré de menos, por supuesto mi querido Illimani, que hace de la Paz, una ciudad bella, a su manera, siempre presente, siempre imponente, con sus tres puntas eternamente nevadas.
Echaré de menos a mis "caseritas" del mercado Yungas, de mi barrio de Miraflores y todas aquellas con las que me crucé e intercambié algunas palabras.
Echaré de menos mi casita fría con pocas comodidades, pero con patio y perro. (por fin se cumplió el sueño!) que me ha regalado momentos mágicos de soledad y autoconocimiento.
Echaré de menos el tener pocas cosas y vivir con lo mínimo, sin ser esclava de la tecnologia, los electrodomésticos y todo aquello que nos dicen que nos va hacer más felices. Yo lo he sido, teniendo sólo unos lujos: la radio de un celular, unos cuantos libros y mis pensamientos.
Echaré de menos el poder planificar los fines de semana: ¿dónde viajo?.
Echaré de menos los colores de los aguayos, las "cholitas", las gentes cargando sus fardos y los niños cargados en aguayos ("porque es importante que los niños vean lo que ven las madres, vean el mundo a la altura de ellas").
Echaré de menos los mercados, con sus frutas y verduras que aún saben a eso, a fruta y verdura. El bullicio de las gentes que compran, van y vienen...un mercado en el suelo, al aire libre, como tiene que ser.
Echaré de menos las tienditas de la calle, que venden de todo, sólo pregunta, que del lugar que menos esperas, encuentran lo que pides.
Echaré de menos pilchar coca, sola o compartiendo con mis compañeros.
Echaré de menos las Ch'allas y todos los rituales que he visto y disfrutado dedicados a la Pachamama.
Echaré de menos los días de luz, esa luz especial que todo lo vuelve bonito. El sol de los andes, fuerte, pero que nos ha calentado todos los días de invierno desde las 8 de la mañana.
Echaré de menos las "morenadas", las cumbias, la música tradicional, hasta la "lambada" ...que suenan en todas partes, todos los días en todo momento, a todas horas...por la calle, en los bares, en los coches, en los minis, en los internets....
Echaré de menos moverme en "mini", aunque vayamos todos como sardinas en lata, aunque sean viejos e incómodos, aunque arranquen cuando todavía no te has sentado, aunque te tengas que levantar cada dos por tres y bajarse del auto para que los de detrás puedan salir.
Echaré de menos la ciudad de noche, con las vistas del Alto todo iluminado.
Echaré de menos la escuela, sus animales, los niños, la comida de doña Tere, a los profes, a don Quintín, la montaña...
Echaré de menos el compartir con mis compañeros, el escuchar sus historias, sus mitos, sus leyendas...
Echaré de menos el tomar unas chelitas en buena compañía, sus risas, sus borracheras y sus confidencias.
Echaré de menos los bailes "agarraos" aunque no sepa bailar y lo pase mal, ahora ya cada vez menos mal.
Echaré de menos que me llamen "gringuita", que me timen en las tiendas y que me hablen en inglés aunque les diga que soy española (bueno de Barcelona).
Echaré de menos los perros callejeros que salen en manadas (aqunque me den pavor, me han ayudado a superar en algo mis fobias).
Echaré de menos ese acento que alarga las palabras, ese "yaaaaaaaaaaaaa" tan paceño, ese "vamos pueeeesssss" , el hablar con diminutivos, el "mamita", los abrazos después de los saludos, el Aymara, que poco a poco la gente va perdiendo el miedo y la vergüenza de hablarlo.
Echaré de menos las tardes en el Café La Paz, donde la señora ya viene y me dice "¿un capuchino?" (donde hacen uno de los mejores cafés de la ciudad, o eso creo.)
Echaré de menos las calles empinadas de la ciudad, aquellas que cuando subes y llegas al final no te queda ni una gota de aliento.
Echaré de menos los paseos de domingo por la mañana por la ciudad, con sus calles más calmas.
Echaré de menos los jugos de papaya y de maracuyá, los cuñapes, el sonso, el postre, la tunta, el chuño, las empanadas de carne, el charque....
Echaré de menos los viajes de bus para ir a la escuela, con sus paisajes de el Alto y Achocalla.
Echaré de menos todo esto y seguro que mucho más que ahora no recuerdo, pero que me vendrá a la memoria cuando regrese a mi ciudad que poco de esto tiene, aunque otras cosas tendrá, que a día de hoy todavía no he echado en falta. (bueno sí, la comida, el mar, las terracitas, los amigos y la familia, pero poco más.).
lunes, 29 de agosto de 2011
sábado, 27 de agosto de 2011
El salar de Uyuni: cuando el cielo y la tierra se funden.
Durante este mes, he tenido la oportunidad de admirar el paisaje que creo que es uno de los más bellos del mundo: El Salar de Uyuni. A medio día de la Paz, uno puede admirar la belleza de un paisaje que escapa a todo lo conocido, que no parece real, más uno piensa que está viviendo un sueño. No es que haya viajado mucho a lo largo de mi vida, pero mi intuición me dice que hay pocos espacios tan fascinantes como este. Un lugar donde te sientes verdaderamente pequeño, minúsculo, insignificante. Un lugar donde no logras divisar el fin porque el salar se extiende kilómetros y kilómetros allá en el horizonte. Un lugar donde cielo y tierra se funde y no sabes si pisas la tierra o el cielo. Puedes jugar a pisar las nubes, a creer que las pidras flotan, a que estás en la antártida, o en la luna o simplemente en un lugar que no existe, fruto de un sueño. Me he quedado perpleja durante largos ratos extrayándome de lo que veían mis ojos, me he emocionando, observando boquiabierta la puesta de sol sobre el salar y me he maravillado sintiéndome ridículamente minúscula. Un verdadero placer para los sentidos y un sosiego para el alma.
sábado, 16 de julio de 2011
La diferencia
Uno hace el balance de una experiencia cuando ésta se acaba. Yo, cuando me quedan un poco más de dos meses para volver a mi verdadera casa, ya empiezo a tener una sensación de retorno, o si más no, de retorno inminente. Llevo seis meses en este país, Bolivia, el cual me ha acogido como una hija adoptiva, que sabía que no era para siempre, pero a ella nunca le importó, me recogió en su regazo y me cuidó.
Nunca me he sentido sola, más bien como en casa, cómoda y aceptada desde el primer día que llegué. Está claro que un país lo hacen las personas que lo componen, por eso Bolivia se ha convertido en un refugio cómodo y cálido. He tenido suerte en escogerlo como lugar para mi vivencia, creo que más vital que profesional, pero con la mirada puesta atrás, creo que al fin venia para eso, aunque ya no importa. Me llevo más de lo que traje, para mí eso ya es motivo de compensación.
Aquí he aprendido a estar sola realmente (aqunque siempre he tenido gente a mi lado), me refiero que he tenido que conformar mi cotidianidad de cero, me he puesto a prueba y he llegado a conocerme yo y mís límites. Me ha gustado lo que he visto. He superado frustraciones, miedos e inseguridades. Se que soy una persona maleable, que me adapto a las circunstancias, soy agua o aire, que encaja en cualquier receptáculo, y eso me gusta.
He aprendido otra visión del mundo y eso me hace más tolerante al verdadero mundo, no a la burbuja en que todos vivimos y que lo vemos como Único . Ese no es el mundo, es sólo una porción minúscula de lo que es la existencia. Me he maravillado oyendo visiones distintas de la vida, concepciones, más sencillas y más complejas, pero todas ellas ricas porque te "mueven el piso". Me deconstruyo cada día ante las nuevas miradas, alejo mi etnocentrismo de mis labios y mis oídos, ahora por primera vez creo en la maravilla de la diversidad, las miradas oblícuas, perpendiculares o diametrales que nos sirven para encajar una nueva pieza de este puzzle tan complejo. Obvio que no lo comprendo todo, pero he logrado comprender algo más o si más no, mi mirada es más compleja. Recojo nuevos elementos y los incorporo, me vuelvo un poco más relativa ante la vida, los absolutismos, las miradas únicas, la linia recta, el camino limpio y aséptico...
Hubo un tiempo, que aún perdura, que unos pocos nos hicieron creer en lo Universal, en la igualdad de patrones, de estilos de vida, de decisiones y opciones...a eso lo llamaron Igualdad, puro engaño, pura estafa que todos seguimos pagando...todos iguales era todos máquinas, todos apersonales, arrebatándonos nuestras diferencias, que es lo que hace precisamente rico al hombre y a la mujer. La diferencia como una nueva forma de leer el mundo...¿cuando nos hicieron creer que la diferencia es el origen de nuestros desacuerdos? la diferencia es riqueza, es compatibilidad....aqui, en Bolivia, he encontrado una pieza nueva para mi rompezabezas.
miércoles, 29 de junio de 2011
Viaje a chile: Valparaiso, Santiago, Puerto Varas y Chiloé.
Barrio de Valparaíso |
Casa de Valparaiso |
Casa de Valparaiso |
Mural de Allende en Valparaiso |
Mural casa de Valparaiso |
Mural Casa Valparaiso
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Reivindicación chilena por una escuela gratuita. |
Mural Santiago de Chile |
Detalle árbol Santiago |
Vista del volcán Calbuco en Puerto Varas |
Paseo de Puerto Varas |
Volcán Calbuco |
Puerto Varas |
Chiloé |
Palafitos de Castro |
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